martes, 4 de abril de 2017

¡Feliz 4 de Abril, el Día Yamamoto!









Hace 133 años nació en Nagaoka, prefectura de Niigata, uno de los personajes más fascinantes del siglo XX, Isoroku Yamamoto, almirante de la Rengo Kantai/Flota Combinada del Imperio Japonés, cuya vida está repleta de hechos sorprendentes. Una de las mentes más preclaras de toda Asia en el pasado siglo y un gran patriota que abogaba por el entendimiento con quien habría de ser su gran enemigo y al que tan bien conocía, al que, desde su puesto como Rengō Kantai Shirei Chōkan (Almirante de la Flota Combinada), combatió sin escatimar esfuerzo, talento y determinación por cumplir con sus deberes de militar y de obediencia al Emperador.
En realidad, Yamamoto era hijo de Sadakichi Takano, un descendiente de samuráis de bajo rango, convertido en un burgués que se ganaba la vida como profesor y que contaba con 56 años al nacer su sexto hijo, al que precisamente bautizó con el nombre de Isoroku, que en japonés significa “cincuenta y seis”, dado su orgullo de haber podido ser padre a una edad tan avanzada para la época. 
El joven guardamarina Takano pronto destacó en la Academia Naval de Hiroshima, en la que ingresó con 16 años, por sus virtudes militares y gran carisma social, siendo muy aficionado al juego, las chicas, el deporte y la buena comida. A los 21 años, sirviendo como alférez en el crucero Nisshin, perdió dos dedos de la mano izquierda por metralla en la legendaria victoria naval de Tsushima contra la Flota Rusa del Báltico, en las postrimerías de la Guerra Ruso-Japonesa. Apenas un año después falleció su padre, a los 78 años. 
El prometedor oficial fue adoptado honoríficamente por la familia Yamamoto, uno de los linajes de samuráis más influyentes y prestigiosos de la historia del Japón; un formidable ascenso social que Isoroku agradeció toda la vida luciendo su nuevo apellido con orgullo. 
De 1919 a 1921 estudió en la Universidad de Harvard, donde aprendió a hablar inglés fluídamente y en tierras estadounidenses asistió fascinado al nacimiento de una novedosa arma naval, llamada a decidir las guerras del futuro: el portaaviones. A su regreso al Japón, propuso a la Marina Imperial Japonesa dotarse de portaaviones y de una poderosa aviación embarcada argumentando que “la nave más importante del próximo futuro será una nave capaz de llevar aeroplanos”, proyecto que se puso en marcha con él como director de la primera escuela de pilotos embarcados.
En 1925, Yamamoto fue nombrado agregado naval en la embajada de Washington, donde realizó una excelente labor diplomática, codeándose con las más altas personalidades de la Armada Estadounidense con quienes jugaba a menudo al póker o al bridge, y de los que recababa, de manera aparentemente tan inocua, mucha información y experiencia. Frente a uso táctico que las marinas inglesa, estadounidense y francesa daban a sus portaaviones como meros buques de apoyo a tierra y a la flota, Yamamoto fue el primero en asignar a estos buques un valor estratégico como vectores de ataque de la flota, relegando a un segundo plano a los hasta entonces reyes absolutos del combate naval, los acorazados. 
Su visión fue tan revolucionaria como las tácticas navales de Horatio Nelson o las desarrolladas por los alemanes con el uso de los tanques en la Blitzkrieg o Guerra Relámpago. Contrario a la intervención japonesa en Manchuria y China, y al alineamiento de Japón con Italia y Alemania en el Eje, éra radicalmente opuesto a la guerra con Estados Unidos que se avistaba en el horizonte, consciente del poderío industrial norteamericano y su abundancia de materías primas de todo tipo de las que carecía el Japón. 
A pesar de todo, y por lealtad a su país, aceptó el puesto al frente de la maravillosa Rengo Kantai, la Flota Combinada, entonces la mejor adiestrada y equipada del mundo, aunque muy inferior en número de efectivos a las armadas británica y estadounidense.
Su frase más legendaria, por profética, se hizo realidad: ""Durante los primeros seis o doce meses de guerra contra los Estados Unidos y Gran Bretaña, causaré estragos en todos sus flancos y conquistaré una victoria tras otra. Después...no tengo esperanzas de ganar". 
Inspirado en el raid inglés sobre Tarento, que amparado en la sorpresa dejó fuera de combate a lo más granado de la Regia Marina italiana gracias a un puñado de obsoletos y lentos aviones torpederos Swordfish lanzados desde portaaviones, planificó en menos de dos meses el brillantemente ejecutado ataque a Pearl Harbor en el 7 de diciembre de 1941, tras el que exclamó con cierta amargura: “Me temo que hemos despertado a un gigante dormido y lo hemos llenado de resolución”. 
A partir de entonces, al enemigo tradicional se sumó uno nuevo: la descodificación por parte estadounidense de las comunicaciones japonesas, a lo que se sumó también un gran uso del radar en los buques de la US Navy y una buena dosis de fortuna, siempre tan necesaria en la guerra. Todo ello marcó el devenir de los acontecimientos bélicos en el Pacífico en operaciones tan decisivas como Mar del Coral, Midway, Guadalcanal.... 
Esa total disposición de las comunicaciones japonesas por parte de la inteligencia estadounidense -de la que ni siquiera sospechaban en el bando nipón- le costaría la vida al almirante, convertido por la propaganda de guerra en el 'Enemigo Público Número Uno' del pueblo americano, que lo consideraba desleal tras el buen trato que siempre había recibido durante sus prolongadas estancias en tierras norteamericanas.
Por eso chirría tanto el retrato con pinta de maligno Fu-Manchú, que le dedicó en su portada del lunes 22 de diciembre de 1941, apenas dos semanas después del ataque a Pearl Harbor, la revista 'Time' (Foto 3) para ridiculizarle y hacerle parecer un ogro comeniños que nada ha de envidiar al peor Shreck (palabra alemana que significa "terror")... "Suya fue la audaz ejecución de una traición brillante"...  apuntaba la hasta entonces prestigiosa publicación semanal. Una de las primeras campañas de propaganda bélica emprendida por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial... Cuando hay muertos de por medio, parece que todo vale, incluso para los líderes de la democracia más poderosa del mundo...
El propio presidente Franklin Delano Roosevelt dio personalmente la orden de matarlo, cuando se supo, tras descifrar una despreocupada transmisión de radio, que el almirante iba a realizar una inspección en las bases aéreas de la Armada Imperial en las Islas Salomón y se obtuvo el plan de ruta, sabedores de que Yamamoto siempre cumplia con puntualidad sus itinerarios. 
Bajo el nombre de 'Operación Venganza', el 18 de Abril de 1943 (fecha elegida con mucha intención, al cumplirse el primer aniversario del famoso ataque de Jimmy Doolitle a Tokio) se enviaron 18 (aunque dos tuvieron que volverse por problemas técnicos) poderosos P-38 Lightning del Grupo de Caza 339 a emboscar al bombardero Mitusbishi G4M 'Betty' en el que viajaba Yamamoto (acompañado por otro bombardero del mismo tipo que servía como señuelo para confundir a posibles atacantes) y a los seis cazas Mitsubishi A6M3 Zero de las escolta. Hay informaciones que afirman que el avión del Almirante había sido desprovisto de la mayoría de su armamento defensivo (4 ametralladoras ligeras de 7,7 mm) para ganar velocidad, conservando sólo su letal cañón de cola de 20 mm, a todas luces insuficiente para hacer frente a un ataque masivo de aviones más veloces y también equipados con un cañón de 20 mm en el morro, además de otras cuatro ametralladoras pesadas del calibre 0.50 (12,7 mm). 
Tras una cordial visita a una escuadrilla de pilotos en la Isla de Rabaul (su última imagen con vida, la foto 2, pertenece a ese momento) , la comitiva aérea de Yamamoto fue interceptada en su vuelo rumbo a la isla de Ballae. Mientras los Zero luchaban desesperadamente contra un enemigo que casi les triplicaba en número y aunque uno de los P-38 fue derribado por los heroicos y veteranos pilotos nipones de caza (los seis sobrevivieron a tan desigual combate), fueron abatidos ambos bombarderos, por no saberse en cual de los dos viajaba Yamamoto y asegurar así el blanco. Murieron 19 de los 21 tripulantes y viajeros que transportaban entre ambos. Gracias a que su avión se estrelló en el mar, uno de los supervivientes fue el vicealmirante Matome Ugaki, quien había insistido en que, a pesar de los evidentes riesgos, había que llevar a cabo la visita para subir la moral a los pilotos y marinos de la Armada...resultando al final todo lo contrario a su malhadada predicción,,, 
El avión del almirante fue alcanzado por el caza del teniente Rex Barber sobre la jungla de Ballae, aunque también se atribuyó el derribo su superior, el capitán Thomas G. Lanphier Jr, con el que mantuvo una agria polémica el resto de sus vida que llegó hasta los más altos tribunales y terminó con la amistad que hasta entonces les unía (las autoridades militares tomaron ejemplo del Rey Salomón, otorgando medio derribo a cada uno).
Los seis pilotos de Zero de la escolta, la élite de la aviación de caza de la armada nipona, pudieron retornar todos sanos y salvos tras el desigual combate, mientras que los estadounidenses sufrieron la pérdida del piloto de caza Rymond Hine, cuyo avión resultó tocado en un motor durante su enfrentamiento con el gran as Shoichi Sugita, al mando de la escolta, y posteriormente también alcanzado por Kenji Yanagiya, otro de los excepcionales pilotos que ese día intentaron proteger al Almirante. Hine se retiró del combate con un motor dejando una estela de vapor y nunca más se supo de él, siendo oficialmente declarado desparecido en combate. 
Estos últimos momentos del avión del Almirante están perfectamente reflejados en dos obras gráficas excepcionales: 'Emboscada a Yamamoto' de Ron Cole (Foto 6) y 'Misión cumplida' de Roy Grinell (Foto 7) donde el caza de Barber, apodado 'Miss Virginia', es el que da el golpe de gracia al avión del Almirante, que en ambas ocasiones sí que aparece armado con sus  ametralladoras ligeras, tal vez para no dar la imagen de lo que realmente fue la 'Operación Venganza', el derribo a sangre fría de dos aviones prácticamente desarmados...
Yamamoto, vestido con su uniforme de gala, y justo dos semanas después de celebrar su 59 cumpleaños, murió con sus guantes blancos y la katana bien sujeta en sus manos, a causa de una bala del calibre 0.50 alojada en su pecho y de otra que le atravesó la mandíbula y salió sobre el ojo derecho, que le dejaron muy malherido, antes del posterior impacto del avión contra los árboles, que lo hizo salir despedido de la cabina. 
Hasta un día después no pudo ser recuperado su cadáver, debido a lo denso de la jungla donde se estrelló el avión. Todavía hoy, sus restos son una atracción visitable para cuya contemplación hay que pagar entrada, y de la que está prohibido llevarse hasta un simple tornillo como recuerdo... 
...A pesar de su escaso 1,60 m de estatura, da buena prueba de su inmensa talla el hecho de que el gobierno japonés tardó más de un mes en hacer pública la noticia de su muerte. No fue hasta el 21 de mayo que admitió la pérdida de su guerrero más apreciado. Con él desaparecía no sólo la mejor baza japonesa desde el punto de vista militar sino también la gran esperanza de un pueblo indomable que había depositado en él, y en su divino Emperador, toda su fe en conseguir una paz honorable o una -tan milagrosa como inalcanzable- victoria para el Japón. 
Sus cenizas descansan junto a las de su padre biológico, Sadakichi Takano, en el Templo Chuko-Ji de Nagaoka.
A modo de anécdota final, los cinco pilotos que alcanzaron con sus disparos a los dos bombarderos japoneses iban a ser condecorados con la Medalla de Honor del Congreso, y con la verdadera historia del raid a punto de trascender a la prensa, lo que hubiera revelado a los japoneses que su código secreto había sido descifrado, con lamentables efectos para los estadounidenses para el resto de lo que durasen las hostilidades. Para evitarlo, se restó importancia a la misión, dándole un carácter de encuentro casi casual, y no lo que realmente fue, una incursión perfectamente planificada y ejecutada, recibiendo los cinco pilotos de caza del Ejército la segunda condecoración en el escalafón de las que se conceden en tiempo de guerra, la Cruz Naval o de la Armada...
Isoroku Yamamoto... Una vida increíble, un hombre para la eternidad... ¡Feliz cumpleaños, Almirante...!

2 comentarios:

Conde de Salisbury dijo...

Como se señala en el post, un hombre de una inteligencia preclara, ciertamente. Supongo que sería doloroso para él ver cuanta razón tenía desde el principio y cuan ciegos estaban sus superiores. En cierto modo su muerte le evitó ver a que cotas de fanatismo y derrota descendió el imperio al finalizar la guerra.

sushi de anguila dijo...

Totally, Agree... Conde...